Autómatas y palas
El recoveco que los cobija es pequeño, pero si es necesario mayor espacio no dudarían en cavar más profundo. Los militares no perdieron tiempo separándo sus cuerpos, amarrándolos. Embutiéndolos como las cecinas de la carnicería. Todo fue planificado con antelación. La niebla de la mañana impide saber cuántos cadáveres se hunden bajo el fango subterráneo, apilados uno sobre el otro, hasta que finalmente la cal unta la piel desgarrada y demolida. Más temprano que tarde calará los huesos corroídos y surtirán efecto los maleficios de los caídos. A la tierra los héroes, a la mierda los villanos. La marea del alba impide escuchar a los soldados sonreír, como un espectáculo macabro en la quebrada de la vida. Sigo escuchando la maldita orden, aún peor que sentir el barro entrando en mi nariz. Vuelve a mí. ¡Máten a todos los traidores!
1 comentario
Sé por experiencia que los villanos son los últimos en recibir lo que merecen, y siempre los héroes pagan el pato. Por mucho que investigue a fondo los casos, los bastardos logran escabullirse de una u otra forma.
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