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Hola, este pseudónimo es un anagrama de mi apellido.

Nunca aprendí a escribir diálogos entre mis personajes, principalmente porque no podría imaginar a dos personas manteniendo conversaciones sin caer en los clichés de las frases armadas para facilitar el continuo flujo de ideas descabelladas sobre la divina providencia y otros bálsamos mundanos.

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Autómatas y palas

El recoveco que los cobija es pequeño, pero si es necesario mayor espacio no dudarían en cavar más profundo. Los militares no perdieron tiempo separándo sus cuerpos, amarrándolos. Embutiéndolos como las cecinas de la carnicería. Todo fue planificado con antelación. La niebla de la mañana impide saber cuántos cadáveres se hunden bajo el fango subterráneo, apilados uno sobre el otro, hasta que finalmente la cal unta la piel desgarrada y demolida. Más temprano que tarde calará los huesos corroídos y surtirán efecto los maleficios de los caídos. A la tierra los héroes, a la mierda los villanos. La marea del alba impide escuchar a los soldados sonreír, como un espectáculo macabro en la quebrada de la vida. Sigo escuchando la maldita orden, aún peor que sentir el barro entrando en mi nariz. Vuelve a mí. ¡Máten a todos los traidores!

  1. Blogger Germán Garrafa | 5:28 p. m., octubre 28, 2007 |  

    Sé por experiencia que los villanos son los últimos en recibir lo que merecen, y siempre los héroes pagan el pato. Por mucho que investigue a fondo los casos, los bastardos logran escabullirse de una u otra forma.

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