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Hola, este pseudónimo es un anagrama de mi apellido.

Nunca aprendí a escribir diálogos entre mis personajes, principalmente porque no podría imaginar a dos personas manteniendo conversaciones sin caer en los clichés de las frases armadas para facilitar el continuo flujo de ideas descabelladas sobre la divina providencia y otros bálsamos mundanos.

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Nueva es...

La novedad

Dos cosas jamás me habían ocurrido en la vida. Olviden la primera, y concentrémonos en la segunda:

Nunca, en toda la historia, había sido el único pasajero de una micro. Levanté el dedo. Apresté mis monedas. Lo saludé. No me respondió. Pagué. Me entregó un boleto. Miré. Nadie a la redonda. Me senté.

Una sensación de incomodidad me embadurnó completamente. No sabía si bastaba con olvidarme del asunto, o comenzar a ayudarle a recolectar nuevos viajeros. Podría vender ese espectacular bus, con asientos acolchados y reclinables, aire acondicionado, música personalizada (dependiendo del usuario) y snacks para todos. Todo por trescientos pesos. ¿Tamaña maravilla, no?

Pero finalmente deseché la posibilidad. Quizás debido a que subió un vendedor ambulante, lleno de bolsitas colorinches y sustancias desconocidas. - No gracias.- Le dije antes de que se aprestara a emitir su cántico serpentino. Ahí se esfumaron mis intentos humanitarios, y viajamos raudamente durante media hora.

Yo iba escuchando mi musiquita. Él, la suya. Éramos como dos líneas de tiempo estáticas. Él miraba hacia delante. Yo tenía tortícolis de tanto esperar ver a algún conocido. Esperaba encontrar a mi perro perdido.

Pero esa es otra historia. Por mientras, me quedo con el recuerdo de los buitres, con sus alas abiertas, ensimismados de tanto esperar, no sé qué, o para qué, entregados a la tranquilidad de ver sucumbir a sus próximas presas.

  1. Blogger Remiso | 12:57 a. m., noviembre 10, 2005 |  

    mira que bien tiene un lugar en el ciber espacio.

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